Casi sin darnos cuenta nos hemos plantado en la Navidad, digo sin darnos cuenta porque el año corre que vuela y parece que el verano fue hace dos días.
Como es habitual en estas fechas, los niños de San Ildefonso han cantado un año más con su repetitivo soniquete los números de la lotería y, como es tradición, no me ha tocado ni un maldito euro. También llegaron las multitudes al centro de la ciudad, miles de personas que parecen salir a la calle sólo en Navidad abarrotando los lugares más emblemáticos de la Madrid para alegría de hosteleros y disgusto de los misántropos. En Navidad tampoco podía faltar Cortylandia, esa especie de espectáculo navideño que cumple 30 años y que tiene tantos adeptos como detractores, siendo el único espectáculo del mundo que genera amor y odio a partes iguales.
Todo se repite una vez más, excepto el mensaje navideño del rey, que este año será dado por Felipe VI y que todos o casi todos, veremos lo queramos o no, bien para analizar lo que dice o bien para criticar el discurso, al rey o la puesta en escena, fomentando así fantásticas discusiones para la cena de Nochebuena... esas acaloradas discusiones, generalmente provocadas por cuñados, que también son tradición, posiblemente el dicho "se montó el belén" viene de ahí, de las discusiones generadas en Nochebuena.
La Navidad es eso y más pero, lo que realmente importa, es el verdadero mensaje de estas fiestas, que no es otro que paz y amor, dos palabras que tendríamos que tener en cuenta los 365 días del año.
Todo este rollo que he contado es para decir que os deseo a todos unas felices fiestas y una muy feliz Navidad.