Prudencia Grillo era una joven y bella dama, hija de un rico banquero genovés, que vivió en el Madrid de finales del siglo XVI.
Muy aficionada a los asuntos del ocultismo, llegó a serle incoado un expediente por parte de la Inquisición.
Caprichosa y enamoradiza, tras muchos devaneos con caballeros galantes y ricos, conoció el verdadero amor por primera vez en la persona del alférez Martín de Ávila.
Pero su felicidad duró poco. El alférez fue destinado a la Armada Invencible, y con gran pena tuvieron que separarse. Antes de partir, Martín le dijo:
"Si no tienes noticias mías, es que todo va bien; pero si algo malo me pasa, hallarás una señal en el escritorio donde guardas mis cartas"
Una noche, en mitad del sueño, un fuerte ruido hizo que Prudencia se despertara muy asustada.
Encendió una vela y pudo ver con espanto que el cajón de su escritorio había salido despedido contra la pared y sus cartas estaban revueltas por el suelo.
Así supo Prudencia la desgraciada pérdida de su amor.
A raíz de aquel suceso, la joven fundó una casa de religiosas en el caserón que había heredado de sus padres y en el cual vivía.
La reina, Margarita de Austria, quiso que aquellas religiosas tuviesen un convento digno y mandó construir el monasterio de Santa Isabel, en la calle del mismo nombre.
La leyenda nos dice que Prudencia quiso que junto al altar hubiera una tumba vacía que llevase el nombre de Martín de Ávila, desaparecido en el mar de Inglaterra.